Título: Elon Musk Trump: cuando los titanes chocan, tiemblan los mercados

Por cierto, si alguien me hubiera dicho hace un año, que Elon Musk y Donald Trump acabarían tirándose memes en la cara y amenazándose con destruirse mutuamente… no sé si me hubiera reído o comprado palomitas.


El comienzo del fin… ¿o sólo otro capítulo?

La pelea Elon Musk Trump ya no es un simple drama de Twitter. Es un auténtico culebrón político-empresarial con consecuencias reales, desde la NASA hasta el Nasdaq. Y lo más loco es que yo, como muchos otros, lo vi venir. Años de coqueteo, apoyo, traiciones y egos del tamaño de Texas. Era cuestión de tiempo.

Todo comenzó (otra vez) con el famoso proyecto de ley de Trump, el «One Big Beautiful Bill», que Musk tachó de un disparate fiscal. No sé ustedes, pero a mí me suena a esas promesas de campaña que luego nadie sabe cómo pagar. Elon, que tiene su corazoncito libertario (cuando le conviene), explotó. Lo llamó basura y pidió matarlo, literal: «Kill the bill». Así, sin anestesia.


¿De aliados a enemigos?

Lo curioso es que hace nada, Musk estaba donando $300 millones a la campaña de Trump. ¡Trescientos! Es como pasar de ser el padrino de tu boda a filtrarte con tu ex. En serio. Y claro, Trump no se quedó callado. Empezó a lanzar amenazas dignas de House of Cards: cancelar contratos, cortar subsidios y, básicamente, declarar la guerra empresarial.

Las acciones de Tesla se desplomaron un 14% en un abrir y cerrar de ojos, evaporando $150 mil millones en capitalización. Nada mal para una simple «pelea de gallos», ¿no?


¿Y qué hizo Elon?

Respondió con fuego. Memes, acusaciones, y lo más explosivo: insinuaciones sobre Epstein. Sí, ese Epstein. Elon, con la sutiliza de una granada, sugirió que Trump podría estar en los famosos archivos secretos del caso. “El verdadero Donald Trump está en los documentos de Epstein”, tuiteó. ¿Pruebas? Ninguna. Pero en la era digital, basta la acusación para armar el caos.

Y por si fuera poco, amenazó con desactivar el cohete Dragon de SpaceX, la joya que usa la NASA para mandar astronautas al espacio. Obvio, después reculó. Pero la advertencia quedó. Como diría mi primo que trabaja en IT: «Ese hombre no tiene filtro ni miedo al botón rojo».


¿Quién tiene más que perder?

Desde mi sofá, con café en mano, diría que ambos. Pero si me apuran… Trump puede salir más raspado. ¿Por qué? Porque Musk no es solo un empresario: es un influencer con 220 millones de seguidores en X (antes Twitter). Y no tiene partido. Hoy es republicano, mañana puede ser demócrata… o crear la “partido de los 80% normales”, como él mismo bromeó.

Trump, en cambio, depende de una base muy específica. Y en una elección reñida, perder aunque sea un 2% de apoyo puede significar el fin.


¿Todo esto por… dinero?

Muchos analistas lo dicen: esto no es ideología, es business. A Musk no le gustó que eliminaran beneficios fiscales para autos eléctricos en el nuevo proyecto de ley. Y Trump se sintió traicionado por quien consideraba su “Golden Boy”.

Y es que si algo aprendimos del dúo Elon Musk Trump, es que los dos tienen el ego más grande que el Empire State. Ninguno acepta estar en segundo plano. Musk entró a la administración como “asesor estrella” y terminó recortando funcionarios como si fueran líneas de código. Trump lo celebró al principio… hasta que Elon cruzó la línea y se convirtió en sombra.


¿Y ahora qué?

Suenan campanas de reconciliación en los pasillos de la Casa Blanca. Algunos dicen que podrían calmarse. Otros, que esto es solo el inicio de una guerra total. Yo, siendo honesto, apuesto por la segunda opción. ¿Por qué? Porque esta no es una simple discusión de políticas públicas. Esto es un choque de mundos. De narcisismos. De poder puro.

Y lo peor: el pueblo estadounidense está en el medio, como los niños viendo a sus papás pelearse por la custodia del gato.


Consecuencias globales

¿Exagero? Para nada. Ya hay voces en Washington pidiendo investigar a Musk, revisar sus contratos y hasta cuestionar su nacionalidad. Algunos más locos hablan de deportación (sí, en serio). Y si Trump va hasta el final, el futuro de empresas como SpaceX o Tesla en EE.UU. puede tambalearse.

Por otro lado, los rivales externos —léase China y la UE— están encantados. Un Musk enfadado es un Musk dispuesto a mirar hacia nuevos mercados. Y eso da miedo, mucho miedo, en Washington.


¿La tercera vía?

El escenario más probable, en mi opinión, es una especie de tregua incómoda. Una foto sonriente, un tuit conciliador, y todos haciendo como si nada pasó. Pero… la herida queda. Y en política, las heridas sangran en las urnas.

Lo más fascinante de todo esto es que demuestra lo frágil que es la política estadounidense actual. Dos hombres ricos y temperamentales pueden hacer temblar mercados, cambiar agendas y generar titulares globales con un simple post.

Y mientras tanto, los demócratas… comiendo palomitas.


Conclusión

Elon Musk Trump: dos nombres que ya eran grandes por separado, y que juntos generan terremotos. ¿Quién ganará esta guerra? Difícil saberlo. Pero algo es seguro: este no es el final. Es sólo la primera temporada de una serie que promete muchas más explosiones.

Por si te interesa ver cómo los medios tradicionales están cubriendo el tema, te dejo este artículo de Reuters . Nada mal para contrastar opiniones.


Y tú, ¿a quién apoyas? ¿Elon, el loco-genio con cohetes y memes? ¿O Trump, el showman eterno? Sea como sea, que siga el espectáculo.

Ingeniero en informática, graduado del Universitat Politècnica de Catalunya y máster por la Universidad de Buenos Aires. Fundó su empresa tecnológica en 2006. Apasionado por la innovación y el desarrollo digital.

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